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Arrinconado, el pequeño productor enfrenta un futuro incierto

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El Censo Nacional Agropecuario generó polémicas respecto a las estadísticas en diversos rubros pero en algo todos acuerdan: las explotaciones pequeñas están en situación desafiante.


Llegó a tener 75.531 EAP en 1988 y, en 2018 registró 36.700. Es una de las tres más afectadas del país, donde la caída no es tan abrupta. Los pequeños y medianos productores están cada vez más lejos del sistema.

Con una caída del 51,41 % del número registrado en el territorio bonaerense para el período de 30 años entre 1998 y 2018, puede inferirse que se perdieron 3,54 explotaciones agropecuarios por día en los últimos 30 años, señala Guillermo Rueda en La Nueva.
Sólo otras dos provincias, Tucumán (—74,90 %) y Corrientes (—52,49 %) están por encima de Buenos Aires.

Por su parte, las cifras totales de los 23 distritos del país indican una pérdida menor, con un EAP cada 15,54 días para las mismas tres décadas contempladas (10.958 días).
La caída es del 40,44 % (250.881 explotaciones agropecuarias de 2018 versus 421.221 de 2018).
La disminución —siempre de acuerdo con la interpretación de La Nueva— para el segmento 2002/2018, en tanto, fue del 28 %.

La realidad de los pequeño productores
“Los pequeños productores no tienen escala para afrontar el gasto que implica la actividad, desde los costos de la producción misma, ingresos brutos, impuesto al cheque y a sellos, retenciones y demás”, asegura Guillermo Irastorza, productor del distrito de Coronel Dorrego.

Guillermo Irastorza, productor de Coronel Dorrego.
“Esto es, lo que sucede es consecuencia de una cuestión impositiva”, agrega. “Muchos dicen que los pueblos se van despoblando por el ferrocarril, por ejemplo, pero la realidad es que sucede porque los impuestos son a la producción y, encima, nunca regresan, sino que se van a alimentar ocurrencias de algunos políticos”, manifiesta.

“Si los impuestos que se pagan se destinaran a la tierra el tema no cambiaría de golpe, pero empezaría a renovarse. Y el dato no es menor, porque con estos impuestos productivos la única forma de defenderse, porque no existe otra, es agrandarse; es decir, ser un gran productor”, explica Irastorza.

“El problema, en sí, es el mismo. Como productor, hay que intentar agrandarse para defenderse”, dice.  “El pequeño productor te termina alquilando a vos y él se convierte en un pequeño rentista, o termina vendiendo el campo a alguien que le paga en dólares, de dudoso origen, y que de golpe se transforma en eventual productor”, admite.

Otras provincias consideradas relevantes —por la cantidad de explotaciones agropecuarias— también tuvieron una caída significativa por todo concepto de actividad, aunque por debajo de Buenos Aires. Son los casos de Entre Ríos, con el 48,99 %; Córdoba, con el 48,50 %; Santa Fe, con el 46,13 % y  Mendoza, con el 39,86 %.
“La cantidad de hectáreas con las que puede vivir una familia tipo se ha incrementado muchísimo en este tiempo”, dijo María Marta Casali, productora agropecuaria en el sudoeste bonaerense e integrante de la Regional Bahía Blanca de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).“Antes, con muchas menos hectáreas, se tenía una rentabilidad tal que se podía vivir, mantenerse, enviar los chicos a la escuela, generar un ahorro y reinvertir en la actividad”, asevera.

María Marta Casali, productora agropecuaria.
“Con el tiempo, la cantidad de hectáreas debieron ser mayores porque la rentabilidad se redujo, lo que ha llevado a que las pequeñas explotaciones sean absorbidas por nueva gente que se incorpora”, explica.

Casali asegura que los cambios, hoy, conllevan una menor permanencia de familias en el sector rural, donde los costos para vivir son mayores respecto de la ciudad.
“Esto, sumado, a la falta de comunicación y conectividad, incluidos los caminos rurales, provoca que las familias se trasladen a las ciudades más que antes y se instalen. Un indicio de eso se aprecia en que hay menos escuelas rurales”, indica.

El dato de la provincia de Tucumán es el más impactante de todos los publicados en el CNA. En 1988 tenía 16.571 explotaciones agropecuarias, pasó a 9.890 en 2002 y a 4.160 en 2018. Perdió, de esta manera, 1,13 explotaciones agropecuarias por día en estos 30 años.

“Una de las razones de la pérdida de las EAP tiene que ver con la división de los campos grandes por herencias y sucesiones”, dice Braian Robert, presidente de los Ateneos Juveniles Carbap; integrante de la Asociación de Ganaderos y Agricultores de Bahía Blanca (AGA) y del Ateneo Rural de Bahía Blanca y productor.
“Por eso disminuyeron las superficies y después de hacer las divisiones se comprueba que no a todos les interesa el campo, con lo que ello conlleva”, expresa Robert.

Éxodo
“Y, desde el punto de vista de los productores chicos que venden, es claro que tienen más chance de trasladarse a las grandes urbes al dejar la actividad”, explica. Robert dice que el productor del norte de la provincia de Buenos Aires tiene una visión más empresarial del campo, con lo cual, si la firma no es rentable, sale de la producción y se dedica a otra actividad, por dentro o fuera del sector.

“Más allá de la caída del número de explotaciones agropecuarias, son más los pequeños y medianos productores que ya no están producto de las malas políticas que venimos teniendo en el sector”, destaca Alcides Haure, productor y dirigente gremial de Federación Agraria Argentina (FAA) de la localidad de Stroeder, en el sur del sudoeste bonaerense.

“En los últimos años en esta zona se apuntó más a la ganadería pero, lamentablemente, la actividad está en manos de cada vez menos productores”, manifiesta.
“El pequeño y mediano, después de las sequías de los años 2008, 2009 y 2010, quedó muy mal parado y no se ha podido recuperar como corresponde”, sostiene.
Haure expresa que el campo es el engranaje fundamental para traccionar a los pueblos del interior.

“¿Si se podrá revertir esta tendencia? No veo que tenga marcha atrás en el corto plazo, aunque es probable que se amesete”, asegura María Marta Casali.“Las comunicaciones se van mejorando e, incluso, por eso alguna gente de los grandes ciudades se traslada a vivir a pueblos cercanos del interior”, comenta el productor a La Nueva.
Un total de 732.986 argentinos vive hoy en establecimientos rurales, ya sea como dueños, familiares o trabajadores. Estimando que la población argentina es de unos 40 millones de habitantes, se pude concluir que el 1,8% de la población nacional habita en el campo.
En total, se registró que 420.704 personas trabajan en las EAP, de las cuales el 82% son varones.

Instrucción
6% de los productores no saben leer ni escribir, según datos del Censo Agropecuario 2018 realizado por el Indec. De 223.292 productores o socios de campos administrados por personas físicas, 14.390 no saben leer ni escribir. En 2002, en el anterior censo del sector, el porcentaje de analfabetismo era del 1,97%.

Entre las provincias, Neuquén supera la media nacional de administradores de campos analfabetos y también el promedio de los que no completaron la primaria. Mientras hay exactamente un 6,4% de productores que no saben leer ni escribir, en los últimos 16 años el porcentaje de deserción primaria bajó de un 21% al 12 por ciento.

"El nivel educativo está relacionado directamente a cómo llega la educación a lugares de poca población, como las provincias del norte y del sur de la Argentina", dijo a La Nación el investigador del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral, Bernardo Piazzardi.

El porcentaje total de analfabetismo es un promedio entre todas las provincias. Sin embargo, el porcentaje varía según las zonas productivas. Mientras que en la región pampeana el porcentaje baja a 4%, la Patagonia lidera el ranking con un 11% de productores que no saben leer ni escribir. Le siguen el Noroeste, con un 8%. En tanto, el Nordeste y Cuyo tienen un 7% y 8% de analfabetismo, respectivamente.

Como se mencionó, en 2002 el porcentaje de analfabetismo era de solo el 1,97%. Sin embargo, el coordinador general del censo agropecuario, Agustín Lódola, aclaró que no es posible comparar los datos con el actual censo, dado que la pregunta fue realizada de manera diferente en cada encuesta. Sin embargo, sí es posible comparar el dato con los del último Censo Nacional de Población de 2010, que muestra que a nivel general el 2% de las personas es analfabeta, pero en el caso de la población rural dispersa la proporción aumenta a 6%.

"La baja terminalidad en ciertas provincias está asociada a productores más pequeños y no tecnificados, donde las estructuras son familiares y la producción es menos sofisticada y más elemental", sostuvo Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

Otro dato interesante que arrojó el censo es que en 16 años aumentó a 13% el porcentaje de productores que completó sus estudios terciarios o universitarios. En 2002, el 10% había alcanzado el nivel educativo superior.

Tecnología y conectividad
Vilella señaló que en el imaginario urbano se suele asociar al sistema agropecuario productor de alimentos con un sector atrasado en términos tecnológicos, pero que inclusive, por el nivel de profesionalización, en determinadas cadenas productivas se está cerca de la frontera del conocimiento.

Luego de conocer y analizar los resultados podemos tener la certeza de que la agroindustria es dinámica y diversa. En términos de adopción tecnológica se mezclan las formas tradicionales con desarrollos tecnológicos sofisticados.

Uno de los datos interesantes es que solo el 34% de las exportaciones agropecuarias usa computadora y solo el 35% tiene acceso a internet. A pesar de que, según datos de la Cepal, la Argentina es uno de los países de la región que más políticas públicas implementa para lograr la agricultura digital, los datos del CNA resultan desalentadores en comparación con Brasil, cuya población rural está conectada en un 49% mientras que en Estados Unidos Internet de banda ancha alcanza al 58% de los hogares rurales.

En países como Chile donde el acceso a Internet es aún más dificultoso que en nuestro país, la creación de comunidades virtuales agrícolas fue una herramienta que colaboró con el desarrollo de la competitividad de la agricultura campesina, mejoró el acceso y uso de información relevante para la toma de decisiones, promovió la asociatividad y colaboración entre las empresas y los distintos actores involucrados en el desarrollo sectorial.

Los servicios de logística han demostrado que mediante una aplicación móvil se puede optimizar la demanda de fletes en época de cosecha y en términos de eficiencia las agtech sumaron blockchain para cambiar procesos de medición de calidad de los granos, que habían permanecido estancados durante años. Los eventos biotecnológicos se multiplican año a año, por enumerar algunos de los avances de los últimos años en el ecosistema agtech.

Dentro de sus objetivos el CNA buscaba "identificar un padrón de prestadores de servicios agropecuarios" que hoy son en su mayoría contratistas de maquinaria. En el futuro cercano la medición deberá incorporar una mirada sistémica del sector agroindustrial y considerar dentro de este rubro a las startups, como prestadoras a las agtech de servicios de monitoreo de riego, utilización de sensores y drones o las de polinización, que si bien son minoritarias contribuyen al desarrollo de una agroindustria sustentable, una de las demandas más fuertes que llega hoy al sector.

Fuentes: Catalina Bontempo (La Nación, Guillermo D. Rueda (grueda@lanueva.com) y Juan Manuel Barrero (Barrero & Larroudé)

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Actualizado a: 24/07/2024

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